jueves, 27 de septiembre de 2007

MEMORIA DE LA NIEBLA

Invierno de 1994-1995

Esta contando su propio día: un cielo gris y paredes grises junto al mar. Lo que antes fue: El mar, se retira de su escritura y sobre los arrecifes de la próxima cuartilla aparece una mancha neblinosa de amarillo, rosado y verde: La ciudad, le sugiere el paso cansado de un gato al fondo. Pero vuelve el salitre del mar y borra la posible intensidad del color. Lo que antes fue: Un gato, es en el párrafo final un hombre que regresa cansado de su día, deja el blazer sobre una silla cualquiera y escribe: Memoria de la niebla.
Va a contar un día gris, cualquiera de los días de su vida. La propia secuencia conque empieza a narrar la historia refiere el hastío del Autor, su cansancio, la lentitud de sus dedos sobre el teclado:
Sombras, polvo, tedio, viento, gestos, voces, fuga. El inspector observa la fila de personas que esperan y levanta los brazos, su expresión es de impotencia: Nothing. Agotamiento que precede a la rajadura del árbol en el asfalto sucio. Sentado en la raíz y en medio de muchos, miro alejarse el ómnibus por la Calzada de Ayestarán.
Leo sin emoción: Formas de la niebla y la nada. Leo para que pase el tiempo: Vacío de sentido. En realidad espero que aparezca una muchacha de amarillo, rosado o verde y camine desde el fondo neblinoso de la ciudad hasta esa esquina olvidada donde el Autor vive lo que escribirá después: El hastío.
Narra el hastío. Adivino esa intención en el gesto del inspector y en el rostro de los pasajeros que tratan de abordar el ómnibus, repleto de voces impacientes: Out of bus/ nothing in especial. Leo su Memoria… apagada, sin emoción, y espero una muchacha que no llega, un ómnibus que no vendrá, un día de colores más intensos.
Me digo: Si el Autor fuese Senel Paz, Gumersindo Pacheco o Eric González Conde, viviría otra vida y escribiría sobre otros temas: el amor, la amistad, la tolerancia, las aventuras de la niñez y de la adolescencia. Su lenguaje seria de una transparencia clásica y chispeante, su tono mas intenso, y los personajes —por muy jodidos que estuvieran— recordarían alguna anécdota simpática para atrapar al Lector. Yo leería emocionado su relato debajo de este árbol, tendría mi muchacha, olvidaría que hoy es un día tan gris como cualquiera de los días de mi vida.
Pero él estruja la realidad: No puedo ser ameno, y observa los detalles: el gesto del inspector, la rajadura del árbol, el ómnibus repleto de voces impacientes. Toma apuntes de todo eso: Para la historia que escribiré después, y se va caminando por la Calzada de Ayestarán hacia el cansancio.
Contará esta historia: un cielo de polvo y paredes de polvo por toda la calle. Lo que antes fue: La luz, se disuelve en un espectro gelatinoso de palabras y en el fango de la cuartilla siguiente azota un viento largo de improperios, laceraciones y frío: La ciudad, le anuncia el lumínico incompleto de un bar al frente. Pero vuelve la salpicadura del fango y apaga cualquier intensidad de la atmósfera. Lo que antes fue: Un bar, es en la última oración una oficina donde entra cansado de su día, manosea documentos de tercera importancia y escribe en el borde superior derecho: Archivo.
Describe un día gris, cualquiera de los días de su vida: En otra jornada a través de la niebla, soy un extraño a mi propia labor. Leo una más de esas muertes diarias en las notas de sus reuniones de trabajo. Inclinado sobre el teclado de la Óptima, transcribe en la blancura del bond: La apatía, la ausencia de motivación, la falta de sistema. Tanta alienación castra la identidad de su ser. El poco oficio conque incorpora al lenguaje literario esos términos de oficina muestra el abandono en que ha quedado su condición de escritor:
Premios (listado de)/ instituciones afines/ designación lokuasa (documentar expediente) marzo homenajes biliusg/ institución-artista (relaciones) kultursemasa lokiusg/ ausencia de motivación/ merkuasa condición eskretiusg a mediano plazo// pérdida de litiusg/ en un sentido prosa genera palabras y tokuasa ambiente....
Acumulación de palabras en una oración sin sentido. El Autor muere durante ocho horas al día y ve cómo esa niebla va apagando, jornada tras jornada, la intensidad de su relato, la claridad de su Memoria…
Tomo notas de su imaginario muerto: Una muchacha vestida de verde se me acerca en la escalera: repetición de mi hastío en su sonrisa. Nothing out of mí/ nothing in mí. Bajo los escalones mientras él recuerda: Tuve una tarde con ella. Leo su recuerdo: Al otro lado de la bahía, el sol poniente sobre el mar y luego la luna, ella bailaba Escaleras al cielo en una explanada vacía. Imagino el reflejo de la luna —litiusg dentro de su pelo rojo—, el movimiento de su boca —labios lokiusg que ella baja por mi cuerpo. Luna y labios. Ella succiona mi cuerpo y baila y baja hasta mi alma que sube, baila y se expande, succiona y sube conmigo hasta el cielo, junto a una orilla de rocas.
Pude ser feliz. Es una voz que se apaga en el tedio. A veces despierta en medio de la tarde e intenta retener las imágenes que su inconsciente le envía a través del sueño: una voz que murmura y se apaga. Pudo ser feliz, pero censura su más íntimo deseo: abandona el cálido portal donde los amigos viven otra vida y camina entre paredes de polvo. Inicia una descripción de la muchacha de verde y piensa que quizás tenga unas horas de sexo con ella: Otro día, en otras circunstancias. Pero nombra el cansancio, el peso de la niebla y la nada. Entra a una casa: Café, enciende un cigarro, baila en la penumbra, se desnuda: Estamos solos hasta las seis, y besa su cuerpo rosado, la muerde sin música, se la tiempla en seco: De verde una, dos, tres veces: De amarillo se va, y regresa al polvo de la calle, fumándose el hastío de su vida.
Grisura del anochecer. Tomo notas al margen: Está contando su muerte. Lentamente se pudre la ciudad y la vigilia del Autor es solo inercia, un ojo que contempla, sin aire y sin luz, el baile cansado de un gato sobre el muro: Dejo correr mi vida sobre el manuscrito. Hago apuntes: Escritura de los referentes de vida. El Autor narra su hastío, su alienación, la censura de su deseo, y muere. Cuando más allá de la Plaza intenta mirar a lo lejos, apenas ve la rajadura del árbol. Y la nada, iluminada: ¿Desea un auto para usted, señor? Blanco o negro, azul o rojo, verde o amarillo: La nada, rosada.
Es la vía pública: un cielo cerrado, una silueta que pasa, un mar que espera. Me digo: Si todavía fuese un escritor de ficciones, describiría cómo ese hastío de sombras, esa fe gastada, esa lucidez de medianoche precipitan el suicidio. Yo leería emocionado su relato y terminaría con mi vida de un pistoletazo, unas inyecciones, o cualquier otra cosa.
Pero no escribirá ese final: Es demasiado intenso para una Memoria… de mis días. Camina junto al muro y escucha las voces de la niebla, el goteo de las vidas que se dejan ir en la lentitud de la madrugada: Ya no es posible escribir otra cosa: Nos decimos demasiado cansados: Eso es, demasiado sin fuerzas para imaginar otra muerte que no sea nuestra propia muerte.
Vida en la niebla, donde a veces se entrevé la nada, iluminada. El Autor contempla la ciudad y camina en el vacío: Se pudre sin remedio. Es solo un cuerpo que cubre la niebla: Cansado, inerte, frío. Un muerto más que espera el alba en los arrecifes de la última cuartilla.
Hago esta lectura de su relato: los días de un fantasma que mira alrededor. Es una lectura incompleta, como las vidas que él está contando: Su vida, mi vida, barridas por la niebla.
Leo su Memoria… en el camino a casa, la encuentro vacía y anoto: Regreso cansado de mi día, dejo el blazer sobre una silla cualquiera, limpio el teclado de la Óptima. Son mis apuntes para la historia que escribiré después: El relato, la vida, serán siempre incompletos. Selecciono una hoja de papel y contemplo la blancura del bond en la prisión de los rodillos. Re-creo una variación posible: Narro una escritura del párrafo final donde el gato maúlla y acompaña mi vigilia por las habitaciones vacías.

ALBEM FUENTES

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